Tengo un amor en La Habana y el otro en Vitoria

09.02.2016

-ARTICULO DEL PERIODICO EL CORREO EDICCION ALAVA DEL DIA 9 DE FEBRERO DE 2016:

Tengo un amor en La Habana y el otro en Vitoria


Retrato de Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa (1756-1832). Parroquia de Arróyabe.

Francisco Góngora - 9 febrero 2016

El obispo alavés Díaz de Espada mandó construir dos joyas del neoclasicismo en la capital cubana y en la capital alavesa.

En la hermosa y colonial Plaza de Armas de La Habana Vieja se levanta un sobrio y pequeño edificio conocido como El Templete. Delante de él, con toda su simbología nace una ceiba, un árbol autóctono que representa para los cubanos lo que el sagrado roble de Gernika para los vascos. Visitarlo forma parte de cualquier itinerario turístico. Este lugar es tomado cada 16 de noviembre por los habitantes de La Habana que dan tres vueltas alrededor con el deseo de que sus sueños se cumplan y sus necesidades se cubran.

Frente a las no menos hermosas campas de Armentia, mirando el ábside de la basílica de San Prudencio se levanta un palacio de estilo neoclásico, igual que El Templete, que conocemos como la Casa del Santo. Su arquitecto fue Justo Olaguíbel, el mismo de la plaza de España o de Los Arquillos, verdaderas joyas del neoclasicismo mundial. Pero el de La Habana es Patrimonio de la Humanidad desde 1982.

¿Qué tienen en común estas dos edificaciones levantadas tan lejos y con el océano de por medio? Su constructor, un obispo nacido en Arróyabe, junto al embalse de Ullíbarri Gamboa se llamaba Juan José Díaz de Espada Fernández de Landa.

Los dos edificios tienen una simbología fundacional, de iniciación, de conmemoración del origen cristiano de ambos lugares. En Armentia, se quiere homenajear al primer santo local, un fruto de la primitiva iglesia alavesa y en La Habana se trataba de recordar la primera misa celebrada en el lugar que ocupó luego la plaza y villa de San Cristóbal. Bajo una ceiba.

Un gigante en la historia de Cuba

La figura de Díaz de Espada es enorme, gigante en la historia de Cuba. Tiene una calle y la web 'Semillas del Tiempo' del guipuzcoano Ángel González Katarain le dedica uno de sus grandes capítulos junto a Julián Zulueta, otro alavés que dejó huella en Cuba.

Juan José Díaz de Espada nació en Arróyabe el 21 de abril de 1756. Estudió en la Universidad de Salamanca donde se doctoró. Tras varios destinos en España, entre otros, fiscal del Santo Oficio en Mallorca, fue nombrado obispo de La Habana, donde llegó en 1802.


Su biógrafo, César García Pons, se refiere en estos términos al cetro episcopal: «La Habana ganaba un prelado que iba a transformar la sanidad pública, a levantar los altos estudios, a combatir la ignorancia popular, a tutelar el arte, a modificar las costumbres, a hacer durante un tercio de siglo, del corrompido ambiente de una factoría colonial, una sociedad capaz de triunfar de sus propias miserias».


Entrada al cementerio de La Habana conocido como 'De Espada', ahora en desuso.


Perteneció a la Sociedad Económica de La Habana -equivalente a la Bascongada de Amigos del País- y prohibió los enterramientos en las iglesias, dando inicio a las obras del cementerio, se opuso a los abusos de la 'sacarocracia' (los empresarios de las plantas de azúcar), postuló la prohibición de la trata de esclavos y de las sociedades secretas, impulsó la creación de la cátedra de filosofía que formaría a la futura élite criolla independentista, propuso el uso de la vacuna".

Llegó a ser perseguido por la Inquisición y es reconocido como una de las grandes personalidades de la historia cubana.

Fernando Ortiz, con ocasión de la visita que José Antonio Aguirre, presidente del Gobierno vasco en el exilio, realizó a La Habana en 1942, recordaba: «La jugarreta que el mismo vasco le hizo a los capitanes generales, disponiendo la construcción en esta ciudad del llamado Templete tras de la legendaria ceiba que era signo y padrón de las libertades jurisdiccionales de la villa de San Cristóbal de La Habana. Con lo cual frente al palacio del Gobierno insular se alzó una aproximada reducción del árbol de Guernica y de su sala de juntas, donde se simboliza la libertad nacional de su pueblo».

En un profundo estudio sobre la figura de Díaz de Espada, al que llama obispo ilustrado, Consolación Fernández Mellén concluye que actuó siempre como un funcionario al servicio de la Corona española, incluso por encima de su obediencia a Roma. La historiadora de la UPV considera que no puede ser calificado de liberal en el orden político pero sí hizo reformas con el objetivo de centralizar todo el entramado eclesiástico .

La Casa del Santo se encuentra enclavada en la zona más elevada y céntrica del pueblo de Armentia y según la tradición, sobre su solar nació el ilustre obispo San Prudencio.

Sin embargo, la casa actual nada tiene que ver con San Prudencio sino que se trata de la residencia de los Díaz de Espada. Se construyó sobre proyecto de Justo Antonio de Olaguíbel, en el año 1806, como remodelación de una casa existente. Encargó el proyecto el obispo de La Habana, don Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa que estando en La Habana escribió a su amigo Aróstegui en Madrid para que remoldeara la casa solariega de la familia. Aróstegui, al parecer, pidió ayuda a la Academia de San Fernando que le debió recomendar al arquitecto Olaguíbel.

El Templete de La Habana, izquierda, y la Casa del Santo, a la derecha. / José Montes


El elemento de mayor interés de la Casa del Santo es la fachada principal. Consta de tres ejes verticales: una portada central y dos ejes de huecos. La portada está compuesta por dos columnas de orden gigante que soportan un potente arquitrabe. Entre las dos columnas, remetiendo la fachada respecto el plano general de la misma, se encuentra la puerta, que a su vez dispone de un enmarcado de pilastras, dintel y cornisa. Encima de la puerta aparece un óvalo, dentro del cual se sitúa un busto de San Prudencio. A los lados del Santo aparecen dos ángeles de piedra.

Olaguíbel buscó el equilibrio compositivo de las fachadas, tomando como principio la simetría. La fachada es sobria, remarcando la entrada. El acceso es el objeto fundamental, colocada en una hornacina, casi a modo de templete. No sólo es motivo fundamental de la fachada principal, sino de todo el inmueble. Interiormente el eje principal vuelve a ser el correspondiente al acceso.

El interior del edificio ha sido remozado en varias ocasiones, la última a finales de los años 90, por lo que no queda nada de interés.

En la zona de jardín se encuentra una fuente sobre la que descansa una escultura de San Prudencio. A los lados de la misma hay dos bancos compuestos por rectángulos de piedra. Flanqueando el conjunto de la fuente nos encontramos dos pilastras que terminan en tronco de pirámide y que, seguramente, debieron estar rematadas por una bola.


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